p03-1La política de alta gama se está moviendo. Y lo hace de la mano de Sergio Massa. Ahora con el aporte reciente y sorpresivo de José Manuel de la Sota.
Un joven político de origen liberal, intendente y Jefe de Gabinete. Un kirchnerista prominente que calculó y decidió abandonar el barco a tiempo como para construir un nuevo espacio político con pretensiones de suceder a Cristina. Quienes cuestionan a Massa su tránsito por el kirchnerismo ignoran lo que constituye una norma frecuente en la política argentina: los opositores proceden a menudo del riñón del sector al que luego deciden combatir.

Hoy por hoy Massa es el candidato que, aún lejos de los comicios presidenciales, acumula mayor intención de voto, tras su brillante elección en Buenos Aires a fines del año pasado. Quizá su rasgo principal sea su carácter movedizo, su voluntad de iniciativa. Se levanta cada día y tira un dardo envenenado hacia la ciudadela K. Y habitualmente da en el blanco. Así ocurrió con el Código Penal, las retenciones del Impuesto a las Ganancias, el debate sobre los linchamientos. Los kirchneristas lo tienen como su peor enemigo.
El aporte cordobés
En poco tiempo el gobernador de Córdoba se replanteó su propia situación en el escenario nacional. Al peronismo de Córdoba no le fue bien en las elecciones de diputados nacionales. Ganó pero con poco más de la cuarta parte de los votos. De la Sota, que podría aspirar a un nuevo período como gobernador, quizá ya esté vislumbrando su retiro del escenario provincial, al menos en ese sitio. Para él, el salto hacia la pista nacional es ahora o nunca. Incluso por razones biológicas.
Pero además, su capital político acumulado nunca ha estado en mejor situación que ahora para dar ese salto. Desde la crisis con el campo, Córdoba ha estado enfrentando a la Nación. Gobernaba Juan Schiaretti y fue él quien decidió dar ese paso, con el apoyo de De la Sota. Lo hacían, claro, en defensa propia: el campo era y sigue siendo el sostén electoral más importante que cuenta el PJ de Córdoba.
De la Sota es consciente, quizá, de que su propio caudal no alcanza para instalar su figura en la cúspide de una oferta electoral con aspiraciones presidenciales. Ya estuvo en ese lugar, con inmejorables posibilidades a priori en 2002 cuando Eduardo Duhalde le asignó ese rol que luego tuvo que resignar en razón de que las encuestas le dieron la espalda.
Ahora, peleado con la Nación, en la mira de la Casa Rosada, abrazarse a Massa es, en cierto modo, huir hacia adelante.
De la Sota aporta a Massa, en primer lugar, un gobierno al que nadie puede objetar nada en materia de prosapia justicialista. Un espíritu rebelde que se alineó con Carlos Grosso y Antonio Cafiero con la intención de renovar al peronismo. De su fracaso aprendió y se recostó en la franja ortodoxa del movimiento, bien lejos del progresismo kirchnerista, al que enfrentó no sin riesgo para las finanzas provinciales. Y hoy, dando la batalla diaria por la preservación de los equilibrios de las cuentas provinciales, con varios problemas robustos para enfrentar en la provincia, se anima a un salto político complejo, que lo pone de nuevo en las primeras planas de la consideración pública nacional.
La gran Walt Disney
Siendo que De la Sota aspira a integrar el grupo político que suceda a Cristina en 2015 ¿cómo puede entenderse que tome distancia de un ajuste económico como mecanismo para equilibrar la economía tras todos estos años de manejos desprolijos?
De la Sota ha propuesto un congelamiento de precios y salarios por 18 meses. Propone también suspender la emisión monetaria por ese plazo. Dice que el objetivo de esta propuesta es que la presidenta llegue al final de su mandato de la mejor manera posible y que el nuevo gobierno reciba un país más acomodado.
Nos parece que el resultado de un congelamiento sería el contrario al que imagina el gobernador. En primer lugar, claro está, la propuesta resulta inviable. El gobierno no ha podido congelar los precios por plazos más breves que ese; sería muy difícil alcanzar ese objetivo por un período tan prolongado como el que se propone.
Pero, además de eso, un congelamiento no haría más que ir cocinando a fuego lento el caldo espeso de los problemas económicos actuales, entregándole una bomba de tiempo al futuro gobierno. A todas luces lo que más conviene a alguien que aspire a suceder a Cristina es que sea ella quien realice los ajustes correspondientes para sanear los desmanejos económicos de tantos años. Eso y ninguna otra cosa le permitirá al nuevo gobierno comenzar en mejor situación. Un congelamiento, sobre todo en el hipotético caso de que fuera exitoso, sería un presente griego para quien asuma en 2015.
Entonces ¿por qué De la Sota formula esa propuesta? En primer lugar, siempre es una gran frase decir: “yo estoy en contra de las políticas de ajuste”. Es políticamente correcto y siempre podrá el gobernador, recordarla como su posición en este tiempo turbulento.
Pero congelar es postergar las soluciones para el momento del deshielo. Tal como afirma la leyenda de Walt Disney. Pero siempre llega la hora de descongelar y de enfrentar los problemas cuya solución hoy se posterga.
Congelar no es una solución. Ni una propuesta. No es nada. Es transferir la discusión sobre qué debe hacerse con la economía para dentro de un año y medio. Un flaco favor para el gobierno que viene.
Probablemente la postergación de la solución sea, sobre todo, una salida para Córdoba. El ajuste es recesión, caída en la recaudación, merma en la coparticipación, menos dinero para Córdoba proveniente de fuentes nacionales y también de su recaudación local. Si cae el nivel de actividad se recauda menos. Y esto sería fatal para las finanzas de Córdoba. El gobernador necesita que la situación actual se prorrogue en el tiempo hasta el final del gobierno de Cristina que es también el final de su propio gobierno.
Como fuere, la política nacional se está moviendo ya en clave de sucesión presidencial. Y Córdoba aporta lo suyo.