lunes, 25 de febrero de 2013
Eran pocos y llegó Moyano. Por Gonzalo Neidal
¿Hay
lugar en Córdoba para una nueva agrupación peronista, para un nuevo matiz del
extenso arco iris que ofrece el justicialismo? Depende de las aspiraciones que
puedan tenerse.
Al
extenso dominio del delasotismo se ha sumado en los últimos años, al calor del
poder y los fondos estatales, una franja kirchnerista de futuro incierto, pues
es completamente dependiente del poder estatal y lo más probable es que se
difumine inmediatamente cese el poder K.
Recordemos
que en la elección de 2011, en los hechos, existió un acuerdo tácito, funcional
al kirchnerismo: De la Sota retiró su lista de diputados nacionales y dejó el
campo orégano al peronismo K. Este año, sin embargo, la intensidad del
enfrentamiento entre el gobierno nacional y el provincial no ofrece otro
panorama que el de un enfrentamiento duro e intenso, de incierto resultado.
Y
aunque con tales colosos el escenario del peronismo local aparece como
plenamente ocupado, también hay otros dirigentes con aspiraciones de hacer que
su sombra comience a notarse en lo inmediato. Es razonable que los intendentes
de grandes ciudades del interior provincial sean los primeros en anotarse en la
lista. En eso están ya, desde hace rato, Eduardo Accastello y Martín Llaryora.
A ambos, pero especialmente al de Villa María, el gobernador de Córdoba los ha
puesto en la disyuntiva de elegir entre la provincia (su propia provincia, la
que aspiran a gobernar) y el gobierno nacional. Complicada situación.
Pero
hay referentes nacionales del peronismo que también desean tener su propia
fuerza en Córdoba, como agrupación política integrada al justicialismo o, los
más ambiciosos, como un partido independiente.
Ya
sabemos del débil lanzamiento de Daniel Scioli, con su agrupación La Juan Domingo.
La situación de Scioli es particularmente difícil. Nadie sabe dónde
encasillarlo: mantiene su fidelidad a Cristina pero lo que lo hace fuerte, en
todo caso, es la potencialidad de una ruptura con la presidenta y la confesión
definitiva de sus intenciones de tener un proyecto propio.
El
caso del Momo Venegas y su partido Fe, puede ser añadido a la lista aunque sólo
sea a fines de darle un lugar en la enumeración, pues nada más se sabe de él
como no sea la confesión de su aspiración informada por los medios de
comunicación.
Pero
finalmente, en medio de tanta diversidad, sin que el panorama político de
Córdoba se desviva por su presencia, llega Hugo Moyano con la desproporcionada
pretensión de crear un partido político que responda a conceptos, ideas, sentimiento
y perfil… peronista.
El
dirigente camionero ha quedado impactado por la experiencia de Lula da Silva,
presidente de Brasil durante dos períodos consecutivos. Esa es la muestra,
piensa, de que un trabajador también puede llegar a ese lugar privilegiado y
conducir los destinos de un gran país. Y está bien: tiene derecho a ese sueño.
De todos modos, no resulta nada sencillo.
Distanciado
recientemente del proyecto K, Moyano comparte una amplia superficie del ideario
kirchnerista. Gran parte del electorado no oficialista lo mira con
desconfianza, como a un peronista alejado de los calores del poder por una
discusión de espacios sumada a un reclamo gremial rústico: una baja en la
incidencia del impuesto a las ganancias sobre los salarios.
Por
lo demás, Moyano es visto como un peronista hecho y derecho, muy afín al
ideario kirchnerista y, sobre todo, con un pensamiento sobre el país
completamente cercano al del peronismo clásico: el que hoy gobierna. Pero,
además, es probable que las bases sindicales de Córdoba, en este momento, estén
todavía votando a Cristina, aunque les muerda una parte de sus sueldos con
impuestos.
La
oportunidad de Moyano quizá llegue con el creciente deterioro del proyecto
kirchnerista. Pero aún así, deberá explicar no sólo los largos años de apoyo
efusivo sino también algunos otros temas, como las razones de una crisis que se
viene pergeñando desde hace largos años, años de un Moyano que aplaudía a
Néstor y a Cristina.
No
todo en la vida es mínimo no imponible. Con tan exiguo horizonte, es muy
difícil construir un partido político.
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